El mundo

Shirukuni es un vasto imperio unificado bajo las órdenes del Shogun Motome Kusaka. Hace ya casi cinco siglos que los Motome gobiernan desde Nara, la capital, sin que nadie cuestione su autoridad.

Shirukuni se divide en varios territorios pertenecientes a antiguas y poderosas Grandes Casas, cada una de ellas custodia una de las esencias elementales: el Fuego, el Agua, el Viento, la Tierra y el Vacío. Sin embargo, al sur, leales al Shogun pero al margen de las Grandes Casas, están los tres clanes Gozuku. 

Ilustración: Gina B. Serra

Aunque todos respetan la autoridad del Shogun, como antaño respetaron la del Emperador, son muchos los clanes en guerra, las provincias vasallas cambian de lealtades y no se puede decir que la estabilidad gobierne en Shirukuni. El derecho de conquista es algo que todos respetan, después de todo, los samurai están hechos para la guerra y para morir por su daimyo. Además de las guerras, hay crímenes que perturban la paz del Imperio y quebrantan las leyes del Shogun, y son los Magistrados quienes, en su nombre, hacen cumplir dichas leyes. No obstante, hay asuntos demasiado escabrosos para los que muchos Magistrados no están preparados, en esos casos intervienen los Onmyoji. Estos sacerdotes, custodios de la magia de vacío, luchan contra la blasfema magia de sangre que corrompe el corazón de los samuráis honorables y condena sus almas. Los Onmyoji son cincuenta, siempre cincuenta, los cincuenta mejores yamabushi que han sido elegidos para acceder a los misteriosos secretos del Vacío y son liderados por el Sumo Sacerdote. El resto de yamabushi manejan los otros elementos pues nacieron con el don de ver a los espíritus elementales, de sentirlos, de hablarles y de entrar en comunión con ellos. Cada yamabushi suele especializarse en un elemento, aquel en el que su sensei es experto.

Ilustración (detalle) por Gina B. Serra

La mayoría no nacen con el regalo de sentir a los espíritus elementales, pero hay mucho por hacer: entrenar en el noble arte de la espada o en la corte, un particular campo de batalla donde la palabra se convierte en un arma de doble filo. Cada samurái ha de dar lo mejor de sí mismo para servir a su clan, a su daimyo, a su Gran Daimyo y, por supuesto, al Shogun